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lunes, 3 de enero de 2011

¿Pobreza o riqueza?

El pasaje con el que Dios me habló hoy es, Proverbios 30:7-9 y dice así: “Dos cosas he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”.El escritor, a modo de oración, le pide con fervor y casi desesperación, dos cosas que son muy importantes desde el punto de vista humano, y que Dios puede hacer que se hagan reales en nuestra vida. Él nos ha dado inteligencia para hacer bien las cosas, pero a veces no sabemos cómo resolver los problemas, y eso nos genera estrés y un estado de infelicidad. Por eso como Salomón, podemos pedir a nuestro buen Dios que no nos de pobreza ni riquezas. ¿Por qué? en el mismo pasaje vemos la respuesta, y esta no es mas que una consecuencia de la meditación reflexiva del autor sobre su propia vida. ¿Puedes detenerte por un momento y meditar sobre tu propia experiencia acerca de la riqueza (tiempos de abundancia económica) y de la pobreza (tiempos de escasez)?. Si somos capaces de analizar nuestras vidas, seguramente llegaremos a la misma conclusión y haremos la misma petición que el autor del proverbio. Sabemos que las riquezas nos pueden apartar de Dios, puesto que nos aportan una falsa confianza en nuestras posibilidades y habilidades, ya que solemos pensar que hemos llegado a ser ricos, o tener abundancia, por nuestro esfuerzo, pero cabe preguntarse ¿no será que aun con mi esfuerzo, que es innegable y que además Dios nos pide que lo hagamos; es Dios quien me provee de todas las cosas?
Por otro lado, si llegamos al borde de la pobreza, la tendencia humana es preguntarse a uno mismo, a los demás y al mismo Dios ¿Dónde está Él ahora; porqué Dios no me ayuda en esta situación? Y esgrimimos versículos, aunque sea a base de concordancia, para fortalecer nuestros argumentos. Pero lo cierto es que “nuestras” vidas, están en las manos de Dios. Él sabe lo que nos conviene, Él nos dará, lo mejor en el momento oportuno, en Su tiempo y no cuando nosotros queremos. Porque “nuestras” vidas no nos pertenecen, es por lo que debemos ser conscientes que debemos pedir como conviene, y en este caso el proverbio nos enseña a pedir de ese modo. ¿Acaso Dios no sabe lo que nos conviene, para que se lo tengamos que pedir? Claro que sí. Pero es que nosotros necesitamos hacer una reflexión sobre nosotros mismos, y ver donde está nuestro corazón. Al hacerlo, llegamos a la conclusión de que lo mejor es dejar todo en Sus Benditas Manos con una oración similar a la del pasaje que nos ocupa. No es casual que comience pidiendo que "vanidad y palabra mentirosa aparta de mí". Cada uno de nosotros sabemos que la riqueza trae vanidad, y comparación con la situación de otros, y nos mentimos pensando que estamos así porque somos "mejores". Por eso es importante al orar, pedir con lógica; primero que Dios quite toda vanidad de nuestra vida, para que no seamos mentirosos al hablar o al mirarnos en relación con el prójimo. Tengamos en cuenta estos principios divinos y nuestras vidas estarán en orden y tendremos paz. Amén.
Bendiciones.

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