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viernes, 31 de diciembre de 2010

En medio de la prueba

Dios sigue hablando cada día cuando nos acercamos a Él. Solo guardó silencio por un tiempo entre el A.T. y el N.T., probablemente a causa de la tozudez de su pueblo.
Hoy seguimos algunos siguen siendo tozudos, pero estamos en la dispensación de la Gracia, y por los escogidos, Dios sigue hablando.
Proverbios 27:21 dice:
El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro, y al hombre la boca del que le alaba.
Hay tiempos en los que somos probados, son tiempos malos en los que lo único que tenemos claro es que no sabemos lo que está pasando, ni porqué, ni para qué. En esos tiempos entendemos, a la fuerza, que debemos ser humildes y estar contentos, con tan solo sabernos hijos de Dios. Dios es todo para nosotros en ese tiempo de prueba y tribulación pues, como dice al Escritura: “A quién iremos, solo tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Es “normal” por tanto que en tiempos de prueba nos humillemos, tal vez porque es sencillo sentirse humillado, cuando las cosas no salen bien. De ahí que el proverbio tome fuerza en nuestros ojos a leer que el crisol prueba la plata y la hornaza el oro. Es lógico pues deben ser purificados, hasta ver reflejado el rostro del orfebre en el metal.
La dificultad viene cuando estamos en tiempo de bonanza, cuando todo nos sale bien, cuando el sol brilla en el cielo y nos da su calor, cuando los amigos se multiplican, aunque sea por interés, cuando los hermanos de veras parecen tan espirituales, cuando… Es entonces cuando surge el efecto del proverbio “y al hombre la boca del que le alaba”. ¿Qué quiere decir esto?, pues que cuando todo nos va bien y cuando todos nos alaban y envidian nuestra situación, es cuando realmente estamos siendo probados. Es cuando mas humildad se requiere de nuestra parte y es cuando más difícil es ser humildes, porque el ego humano no soporta estar callado, sin decir “ese soy yo” “eso lo he logrado con mi esfuerzo”, y frases parecidas que, si bien suenan justas, solo muestran que somos, nada mas y nada menos, que egocéntricos y engreídos. Porque no reconocemos en esos precisos momentos, que todo es por gracia, y que si no fuera por la misericordia de Dios, que nos abre las puertas para el triunfo, seríamos menos que el polvo y nadie recabaría en nosotros. Entonces no tenemos en cuenta que Dios es también quien cierra puertas y, si después de un tiempo de ser probados en la vida abundante de bienes, no damos la talla, la puerta se cerrará y seremos humillados a la fuerza de nuevo.
Por tanto, hermano, reconoce que en lo bueno y en lo malo, Dios está contigo y es él, y solo él, en quien puedes confiar en todo tiempo.
Termino con este versículo de Romanos 8:39 que dice: “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
Paco Sánchez

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